jueves, 8 de abril de 2010

De la ciudadanía incompleta a la eco ciudadanía

No hay dudas de que el 2010 llegó con enormes expectativas y grandes presagios, tanto en lo individual como en lo colectivo. La discusión sobre ciudadanía estuvo desatendida durante muchos años, hasta que retomó un primer plano tanto en los países industrializados como en América Latina (Kimlicka Y Norman, 1997). Se anunció el “retorno del ciudadano”, potenciado al calor del proceso de redemocratización en muchos países de América Latina que tuvo lugar desde mediados de la década de 1980. Por un lado, creció el interés sobre los derechos civiles y sus contrapartes políticas, referidos a la necesidad de potenciar regímenes democráticos, y, por el otro lado, la idea de derechos sociales generó muchas discusiones políticas. Desde las corrientes neoliberales se defendía un cierto tipo de individualismo ciudadano frente a las intervenciones del Estado, mientras que desde las corrientes de izquierda se invocaba la ciudadanía en cuestiones como los derechos humanos, condiciones básicas de la calidad de vida en educación, salud, vivienda, alimentación, etcétera. Se hizo evidente que el ejercicio de la ciudadanía en América Latina, tanto en sus concepciones convencionales descritas por Marshall (1965), como en otras más complejas, padecía de importantes deficiencias y en algunos casos simplemente no existía. Esto explica las alusiones a conceptos como ciudadanía de “baja intensidad”, “subordinadas” o “incompletas”. En la dimensión ambiental la situación también era dramática en varios países, donde no se contaba con una buena normativa, o bien simplemente no se cumplen las normas, como sucede en Venezuela. Durante las décadas de 1980 y 1990, en América Latina se intentó incorporar la dimensión ambiental en ese contexto de ciudadanías incompletas o recortadas. Las reformas de mercado y los sucesivos gobiernos de vocación neoliberal que se sucedieron en esos años desembocaron en el debilitamiento de la cobertura ciudadana. Mientras se mantienen algunos aspectos formales de las democracias liberales, especialmente la competencia electoral, el mercado logró conquistar un gran protagonismo. Se desembocó como en nuestro caso, en las “ciudadanías de baja intensidad”, donde se debilitaban aspectos como los derechos humanos de tercera generación (incluyendo sus componentes ambientales), pero también su cobertura jurídica, o el mantenimiento de espacios colectivos, independientes, y basados en la solidaridad. En la última década retrocedimos al menos cinco, respecto de conquistas ya alcanzadas. La invocación a la ciudadanía en la política y gestión ambiental están cobrando enorme importancia en Venezuela y América Latina. Esa relevancia se expresa de diversas maneras, que van desde el análisis sobre las fortalezas y debilidades ciudadanas en la temática ambiental, a la dinámica impuesta por conflictos sociales enfocados en temas ambientales. Es así que, tarde o temprano, tiene lugar un debate sobre cómo se incorporan (o no) los aspectos ambientales en el ejercicio de la ciudadanía. De allí que celebramos el surgimiento del Movimiento Ecológico de Venezuela como la primera referencia político-ecológica a mediados del 2008 y el nacimiento de la Asociación Civil “Brújula Ecológica” en el 2009, cumpliendo su primer objetivo, realizar al final de ese mismo año el 1er. Congreso venezolano de Ecología Social, que introduce a nuestro país, en el gran debate necesario, que se plantea a nivel planetario. Si bien en el seno de las ciencias sociales y políticas han proliferado los análisis sobre la ciudadanía, prevalecen las perspectivas tradicionales donde no se incorpora la temática ambiental. Es importante mantener y profundizar los abordajes de ciudadanía clásicos basados en derechos ambientales, pero a la vez aceptar, alentar y fortalecer otras posturas alternativas que se originan desde muy diversos actores, configurando meta ciudadanías ecológicas que defienden otras perspectivas éticas, culturales y políticas. Para el presente año cumpliremos una intensa agenda, que incluye entre otras cosas la regionalización del Movev y de Brújula Ecológica, en el marco de nuestro plan de acción socio político y educativo de proyección de la ideología “verde”, con miras a establecer un puente que permita unir a los venezolanos en el proyecto de reconstrucción post Chávez, lo cual implica, más que unidad de “cogollos” partidistas e ideologías, la integración de ideas, planes y proyectos por parte de todos los sectores involucrados. ¡Bienvenido 2010!

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