jueves, 10 de septiembre de 2009

Apreciar la belleza de la vida



Motivación
Apreciar la belleza de la vida
Juan Eliécer Ramírez



Poder contemplar desde un vuelo rasante las costas de las hermosas islas del Pacífico, extasiarnos con el mar al amanecer, fascinarnos con la regularidad con que las gigantescas olas se mueven constantemente para desvanecerse en la playa, me permiten pensar en lo invariable que es el plan del Señor, con su ley inmutable y eterna. Al observar que la cresta de cada ola se forma en un punto diferente siguiendo su propio recorrido hasta la costa; unas se estrellan en cascada contra las rocas convirtiéndose en mansos arroyuelos de agua blanca y espumosa; otras peinan la playa, formando amorfas figuras sobre la arena.
Cómo no pensar en la infinita variedad de posibilidades que el Creador ha puesto a nuestro alcance, nos dio la libertad como don supremo para disfrutar tantas oportunidades de desarrollar nuestra personalidad única, nuestros talentos y habilidades, nuestra memoria, nuestras contribuciones personales.
Cómo no apreciar cada ocasión de volver a observar las maravillas de la majestuosa creación y la belleza de la vida circundante, imaginar el glorioso panorama que el sol seguramente producirá esta tarde, como todas las tardes y ocasos que he vivido.
Cómo no reverenciar la obra y la belleza innata de nuestro hacedor y convertirnos a la idea de preservar su creación en las inmejorables condiciones en las que nos las entrega para nuestro provecho y bienestar.
El ser ecologista es, en consecuencia, una muestra de gratitud ante tanta belleza, fulgor y esperanza. Mis lágrimas brotan por este asombroso mundo en que vivo, por esta Tierra de resistencia extraordinaria, que todo lo soporte, todo lo espera; por la madre naturaleza, cuya belleza es la expresión más sublime del creador y la razón de ser de la ciencia ecológica.
Ser ecologista no es sólo contemplar la bella realidad creada a nuestro favor, sino ocuparnos de enmendar la actitud indiferente y destructiva de quienes parecen ciegos para no ver el daño que se causan a si mismos y a las generaciones por venir.
Tal vez quienes así actúan no han tenido tiempo de apreciar la maravilla de una noche despejada en la que el Creador descubre el prodigio de Sus cielos, las estrellas titilantes, los rayos de una luna llena o nueva, para encender nuestra imaginación con Su grandeza y Su gloria. Es fascinante observar una semilla plantada en suelo fértil, verla cómo germina, se fortalece y brota de un tallito diminuto y aparentemente insignificante, que pacientemente crece y desarrolla sus características de acuerdo con el código genético que el Creador le haya dado para guiar su desarrollo. Con cuidado, sin duda, se transformará en lo que esté destinada a ser: un lirio coronado de gracia y hermosura, una planta de fragante menta, un aguacate o una bella flor de delicadeza y fragancia exclusivas.
Apreciar la vida y su belleza es equivalente a respetar cada una de las especies del reino animal, garantizando su supervivencia y por ende el equilibrio biológico y la biodiversidad. Aun cuando la condición humana nos permite enseñorear y presidir sobre la creación de esta Tierra y su incalculable dotación de recursos renovables y no renovables, con el único propósito de garantizar nuestra sustentabilidad y sostenibilidad.
Trabajar en función de reducir los riesgos negativos de la explotación de esos recursos, que en algunos casos comienzan a dar señales de escasez, reviste de una elevada trascendencia y obliga al nuevo liderazgo del planeta a replantear la forma de hacer las cosas, especialmente la forma de hacer política y la manera de administrar los recursos humanos y financieros disponibles. eliéceramirez@yahoo.com

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